Domingo 13 de febrero de 2011
En Toxicología, la hormesis es un fenómeno de relación entre la dosis y la respuesta. Un contaminante o toxina que produzcan el efecto de hormesis tiene con dosis bajas efectos curativos y exactamente lo contrario a dosis más elevadas.
Nada de esto sucede para los defensores del modelo productivo en el rally de las buenas prácticas para la aplicación de agroquímicos, para los cuales al decir de Paracelso “en el veneno la diferencia está en la dosis”. La necesidad de pregonar hace que cualquier burrada es válida para justificar el envenenamiento masivo.
Expertos en seguridad alimentaria de todo el mundo, se reunirán en Bruselas, Bélgica el 15 y 16 de marzo de 2011. Uno de los temas a tratarse es la creciente destrucción endócrina o sistema hormonal como resultado de la exposición a dosis bajas de pesticidas.
Hay que explicarles a los neófitos locales que la curva dosis-respuesta de forma sigmoidea clásica, en forma de “ S”, refleja muy bien ese postulado. Sin embargo actualmente se reconoce que la respuesta biológica puede no ser lineal sino que en algunos casos puede seguir una forma de “U”, reflejando una inducción de respuesta a dosis bajas pero no a dosis muy altas. Eso es lo que se denomina hormesis.
La asociación internacional SAFE es un consorcio integrado por 14 miembros procedentes de universidades e institutos científicos que trabajan en el ámbito de la investigación alimentaria. El objetivo es el de fomentar un debate de interés público a través del diálogo con los gobiernos y la industria agroalimentaria sobre la seguridad de los alimentos. Algo que para el Anmat local no está en su agenda, aunque sigamos preguntando quién controla lo que comemos.
Esta exposición a los pesticidas de cualquier especie incluyendo a los humanos, pone en riesgo de sufrir alteraciones reproductivas o del desarrollo, que pueden manifestarse en muchas formas: infertilidad, aborto, malformaciones físicas o deficiencias funcionales a nivel neurológico, endocrino o inmune.
La exposición simultánea a múltiples sustancias químicas y a los cócteles usados en los bombardeos del yuyito, es una situación que debe ser estudiada. Bien lo explica el Dr Marcelo Wolansky quien entre sus muchos trabajos demostró que “las dosis subliminales de los piretroides individuales, cuando se combinan en una mezcla, pueden producir neurotoxicidad mensurables en ratas”. Estas acciones acumulativas sugieren que la sinergia, la combinación de plaguicidas, insecticidas y todo tipo de biocida lo potencia. Sin embargo para un médico de Ibarlucea el piretroide es como una colonia floral.
Pero vayamos al herbicida estrella: el glifo-chito, que según sus defensores es inofensivo y se puede tomar una copita, pero que es chito porque derriba todo.
Sin embargo el Dr Robert Bellé demostró en 2002 que el Round Up inhibe y afecta la regulación del ciclo celular al retrasar la activación del complejo CDK1/cyclin B, justamente por el efecto sinérgico de los productos y la formulación que tiene el glifosato. Bellé concluyó en forma categórica cuestionando la seguridad del glifosato y Round Up para la salud humana.
Para el biólogo molecular Gilles Séralini, cuyo trabajo reciente fue publicado en la Revista Internacional de Ciencias Biológicas, en julio del 2010, los maíces transgénicos de Monsanto NK 603, MON 810, y MON 863 pueden causar daños graves para la salud.
Para el científico es insuficiente e ineficaz las pruebas de la multinacional realizados por 90 días con ratas, poniendo de manifiesto que es necesario que esas pruebas se realicen por el término de dos años antes de aprobar su consumo en humanos, especialmente los OMG con "Eventos apilados", que producen uno o varios insecticidas y toleran uno o dos herbicidas . El llamado "Efecto cóctel" no es tomado en consideración.
La asociación Agrobio conformada por Monsanto, Bayer, Syngenta y DuPont, principales representantes de la industria biotecnológica, descalificó estos resultados y puso en marcha toda una campaña de desacreditación que llevó al científico a demandarlos ante la justicia.
El 18 de enero pasado la corte judicial de París dictó sentencia a favor de Séralini, demostrando que los debates de científicos e investigadores honestos con quienes no coincidían los estudios pagados de las empresas triunfó sobre los transgénicos. Esto llevó al médico Brian John a recordarles que tanto industrias de biotecnología y sus apologistas “han tenido la lengua suelta para calumniar e intimidar a quienes han tenido la temeridad de cuestionar la seguridad de los productos genéticamente modificados” tratando de mercenarios a algunos académicos de esos que abundan por estos lares.
No solo la exposición materna a pesticidas tiene riesgos. Las malformaciones pueden suceder por la exposición paterna a pesticidas.
Se hace necesario entonces que en las investigaciones se incluyan dosis mucho más bajas que las estudiadas actualmente, teniendo en cuenta además que las dosis altas, tienen una relevancia toxicológica sin tener necesariamente una relevancia ambiental o real.
La Declaración internacional sobre los peligros sanitarios de la contaminación química, conocida como el Llamamiento de París, considera que “ la mayoría de las sustancias o productos se introducen en el mercado sin haber sido objeto, previamente y de forma suficiente, de estudios toxicológicos y de estimación de riesgos para el hombre”. Considerando a los niños más vulnerables ya que muchos de nuevos productos atraviesan la barrera placentaria y contaminan el embrión; o se concentran en el tejido graso y se encuentran luego en la leche materna.
Asimismo la Declaración de Wingspread, en la Conferencia sobre el Principio de Precaución del 26 de enero 1998 , científicos, filósofos, abogados y activistas alcanzaron un acuerdo sobre la necesidad del principio de precaución en materia de salud pública y la toma de decisiones ambientales. El elemento clave del principio es que nos incita a tomar medidas preventivas en la ausencia de certeza científica.
Pero la mayoría de las leyes y reglamentos existentes se centran en la limpieza y el control de daños en lugar de prevenirla. El grupo llegó a la conclusión de que estas políticas no tienden suficientemente en proteger a las personas y el mundo natural. El principio de cautela transfiere la carga de la prueba, insistiendo en que los responsables de una actividad deben responder por su inocuidad y se hace responsable si el daño se produce. La Declaración en su Artículo 3 expresa que “Estando en peligro nuestra salud, la de nuestros hijos y la de las generaciones futuras, es la especie humana la que está en peligro”
El concepto de precaución no se formó en el marco jurídico alemán allá por 1930, sino que estaba centrado en la buena administración del hogar. En alemán Vorsorgeprinzip, que se traduce en inglés como Principio de Precaución. Su esencia es de aforismos tales como "más vale prevenir que curar", también se puede interpretar como la evolución del antiguo principio hipocrático de los médicos "primero no hacer daño". Algo que han olvidado gobernadores y presidentes comunales que mutaron del hospital al palco político. Allí donde el paciente, los niños y los votantes son como el ganado que hay que arrear.
En la sociedad del modelo agropecuario prima el Mutatis mutandis, cambiar lo que se deba cambiar, en beneficio de “la causa” o del “proyecto” imperante. Una timba donde los Momos y forajidos unidos ganan, pero la salud y la gente pierden siempre.-
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