La semana pasada el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, anunció la incorporación del biodiesel al gasoil y aseguró que, en principio, no implicará aumentos de precios en los surtidores. Así, en 30 días, todas las estaciones de servicio tendrán que ofrecer el combustible mezclado con 5% de biodiesel y, en un plazo de cuatro años, se deberá alcanzar el 20 por ciento.
En principio parece una gran noticia: se amplía la matriz energética, se disminuye el consumo de combustibles fósiles y se reduce la contaminación por gases de efecto invernadero. Sin embargo, se me ocurrieron varias preguntas: ¿Cómo se generan esos biocombustibles? ¿Si se hace con alimentos, esto competirá e incrementará su costo? ¿Cuánta contaminación pueden generar grandes extensiones de plantaciones para hacer un nuevo combustible? ¿Se puede utilziar aceite usado?
Como tengo tantos interrogantes busqué dos puntos de vista con buenas argumentaciones a favor y en contra de la producción de biodiesel en la Argentina, que según las proyecciones oficiales, podría demandar para este año unos 600.000 metros cúbicos de biodiesel y 250.000 metros cúbicos de etanol.
Jorge Hilbert, coordinador del Programa Nacional de Bioenergía (PNB), del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) asegura: “La utilización de los biocombustibles beneficia tanto al sector agropecuario como al industrial. En el caso del primero, porque tendría un demandante más a sus productos, que provocaría una estabilización de los precios. Y con respecto al sector industrial, también se vería beneficiado si se mantienen las relaciones de precio entre materia prima y materia elaborada”
“Para Argentina, el dilema no debe ser si se dedica a la producción de energía o a la de alimentos; tal como piensa el gobierno actual de Brasil, es necesario producir las dos cosas: energía + alimentos. En muchos casos como la soja, más del 80 % se sigue empleando como alimentos. Por lo tanto, en Argentina, una forma de reducir la competencia entre los biocombustibles y los alimentos, es la búsqueda de los biocombustibles de segunda generación mediante el aprovechamiento integral de la lignocelulosa”.
La abogada especializada en temas ambientales Graciela Cristina Gómez no coincide con Hilbert: “Existe un serio riesgo de crear una batalla entre la comida y el combustible que hará que los pobres y los hambrientos en los países en desarrollo estén a merced del rápido aumento de los precios de los alimentos, la tierra y el agua” , dice un informe sobre el derecho a la alimentación de la ONU.
La discusión recién empieza. Pero vale la pena que empecemos a hacer nuestro aporte, ¿les parece?
Fuente:Diario La Nación, Ecológico
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