La construcción de la Represa de Ayuí Grande -el mayor emprendimiento arrocero privado que impulsan el vicepresidente de Clarín, José Arana, y el magnate húngaro, George Soros-, es sólo un ejemplo del avance de esa producción sustentada en el uso indiscriminado de agroquímicos, que se cierne sobre ese rico ecosistema.
Por Alejandro San Martín
“La Argentina enfrenta graves problemas agronómicos para los cuales no tiene ni los recursos ni los expertos para resolverlos. El país ha adoptado la tecnología de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), más rápidamente y más radicalmente que ningún otro país del mundo”, dijo el consultor en economía agraria del Centro de Políticas Científicas y Ambientales de Sandpoint, Idaho, Charles Benbrook.
La definición fue citada por la abogada santafesina, Graciela Gómez, que desde hace años advierte sobre el uso intensivo de esos agroquímicos y sus efectos sobre la salud humana y el medio ambiente.
Al igual que el científico, Andrés Carrasco -quien realizó un estudio crítico sobre el glifosato recientemente publicado por la revista Chemical Research in Toxicology-, Gómez ha sufrido la persecución y el ninguneo de parte de las grandes corporaciones y funcionarios proclives a la utilización de los agrotóxicos.
El pasado fin de semana, Carrasco sufrió las agresiones de un grupo de personas, encabezadas por el intendente de la localidad chaqueña de La Leonesa, José Carbajal, y su esposa, la diputada provincial, Eda Insaurralde, que le impidieron disertar en esa localidad sobre el impacto de los agroquíomicos utilizados por la las arroceras.
La publicación aparecida en el diario nacional, Tiempo Argentino, denunciando el peligro que implicaría la construcción de Ayui Grande, puso sobre el tapete un tema que viene siendo motivo de grave preocupación en el interior profundo de la Argentina.
“Una hectárea de arroz demanda entre 10 y 12 mil metros cúbicos de agua, por eso el proyecto Ayuí sería un monumento al arroz, en detrimento de los Esteros del Iberá”, sostienen desde la Asociación Argentina de Periodistas Ambientales (AAPA), en su publicación especializada, Medio y Medio.
La Represa de Ayui es sólo el emergente de una situación que viene repitiéndose sin solución de continuidad en la provincia de Corrientes y los estados provinciales vecinos. En Colonia Carlos Pellegrini, por caso, hay dos arroceras que plantaron más de 2.000 hectáreas de granos en el corazón de los Esteros de Iberá.
Durante la última temporada de plantación, las dos arroceras de Pellegrini chuparon unos 22.000 millones de metros cúbicos de agua de la Laguna Iberá, y en la de regadío la laguna bajó unos 25 centímetros en su caudal de agua, lo que indica que disminuyó un total de casi un metro en su cuenca hídrica.
El sobrevuelo y las fotos satelitales de la Laguna Merceditas, mostraron que la extracción de agua para el regadío, entre el 2004 y 2007, le produjo una playa de 200 metros a la laguna, lo que grafica la gravedad y la velocidad del daño ambiental que se está generando.
Los pesticidas, plaguicidas, fertilizantes y todos los venenos agroquímicos utilizados antes y durante el cultivo en las arroceras de Pellegrini, vuelven a la Laguna Iberá, a la Laguna Merceditas, a los arroyos y se filtran en el suelo y napas subterraneas.
Los estudios realizados por el Instituto Correntino del Agua y el Ambiente y por la Asociación Correntina de Plantadores de Arroz, detectaron contaminación del agua por glifosato, dentro de los límites permitidos por la ley, esto no es aceptado por los ecologistas que afirman que esas muestras fueron mal tomadas.
“Argentina no tomó las debidas precauciones de manejo de la resistencia y de protección de la fertilidad de sus suelos. Basada en el extendido uso de la tecnología RR no creo que su agricultura sea sustentable por más que un par de años”, profetizó Benbrook.
Fuente: TELAM
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