"El milagro que Juan Pablo II se negó a realizar"
Autor: Eduardo Galeano
Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980 en El Salvador, por denunciar violaciones de los derechos humanos de las poblaciones más vulnerables y la protección de vidas humanas y la promoción de la dignidad del ser humano...
-"En la primavera de 1979 , el arzobispo de El Salvador, Oscar Arnulfo Romero, viajó al Vaticano. Pidió , suplicó, rogó por una audiencia con el Papa Juan Pablo II:
- Espere su turno.
- Nadie lo conoce.
- Vuelva usted mañana.
Por último, haciendo fila entre los fieles que esperaban la bendición, uno más entre muchos, Arnulfo Romero tomó a Su Santidad por sorpresa, y fue capaz de robarle un par de minutos.
Trató de dar al Papa un voluminoso informe, con fotografías y testimonios, pero Su Santidad se lo devolvió diciendo:
- Yo no tengo tiempo para leer tantas cosas!
Y Romero argumentó con firmeza que miles de salvadoreños habían sido torturados y asesinados por los militares, entre ellos muchos católicos y cinco sacerdotes, y justo el día anterior, en la víspera de esta audiencia, el ejército habían acribillado veinticinco personas a balazos en las puertas de la catedral.
El jefe de la Iglesia manifestó sin rodeos a Romero:
- No exagere, señor arzobispo!
El encuentro estaba casi terminado.
El heredero de San Pedro instó, mandó, ordenó:
- Tienes que tratar con el gobierno! Un buen cristiano no crea problemas con las autoridades! La Iglesia quiere la paz y la armonía!
Diez meses más tarde, el arzobispo Romero cayó asesinado en una parroquia de San Salvador. La bala le quitó la vida durante la misa, cuando levantaba la hostia. Desde Roma, Su Santidad condenó el crimen. Pero se olvidó de condenar a los criminales.
Años más tarde, en el parque Cuscatlán, una pared muy larga recuerda a las víctimas civiles de la guerra. Miles y miles de nombres están grabados en blanco, sobre mármol negro. El nombre del arzobispo Romero es el único que está desgastado. Gastadito por los dedos de la gente.".-
Eduardo Galeano, en su libro " Espejos " Ecos de Romang
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