Buenos Aires, 9 de septiembre de 2010
Por María Ines Aiuto
Un grupo de empresas ha avanzado sobre un proyecto productivo arrocero en la provincia de Corrientes que, de concretarse, pondría en grave riesgo unas 8 mil hectáreas que terminarían siendo inundadas para ese propósito. La idea es represar el Arroyo Ayuí Grande, y se ha convertido en una polémica iniciativa porque se cultivaría arroz a gran escala a costa de la desaparición de bosques en galería, pasturas, pajonales y numerosas especies de fauna. También se habla de la afectación que tendría el flujo hídrico natural y la calidad de las aguas.
Reconocida fundación alertó sobre el avance de un proyecto privado “en un curso de agua de dominio público”. Un relevamiento de RENA identificó una fuerte confrontación entre empresarios, especialistas y defensores del ambiente.
Transformación e impacto del modelo productivo
El área donde se construiría la represa es históricamente de tradición ganadera (cría a campo), actividad que suele utilizar pasturas naturales -y por lo tanto necesita de su conservación- y que no provoca grandes modificaciones en el medio ambiente. Sin embargo, en las últimas décadas se dio una agriculturación en la región siendo el arroz uno de los principales cultivos.
“Hay que tener en cuenta que las tierras destinadas a éste cultivo, se revalorizan a diferencia de las reservadas para la ganadería y que como la soja fue creciendo con los desmontes, de igual forma lo hizo el arroz, el eucaliptos y los pinos, en detrimento de la biodiversidad”, explicó Graciela Gómez, abogada especializada en Derecho Ambiental a RENA.
Además, los cultivos de arroz presentan un alto riesgo de contaminación de grandes extensiones ya que, luego de inundar sus campos durante parte del ciclo productivo, desaguan el excedente hacia las cuencas, comprometiendo la calidad del agua para otros usos como consumo humano y aguadas para el ganado.
“El agua es contaminada por lixiviación, parte se pierde y la que vuelve a la fuente lleva consigo todos los agroquímicos empleados. Lo inofensivo puede ser nocivo, porque hasta el exceso de fertilizantes nitrogenados (urea) empleados en dos oportunidades en la cosecha, con suelo seco y con suelo inundado, es dañino. Pueden contaminar napas subterráneas o son arrastrados a cauces o a reservorios superficiales. Agreguemos a ello el impacto en fauna y flora autóctona, y cómo las fotos satelitales demuestran el daño y disminución de los cauces de ríos cercanos a las arroceras actuales de Corrientes”, relató Gómez.
Un informe de situación conocido en enero de este año, del Defensor del Pueblo de la Nación , referido a la represa cuestionada, destacó que esta producción “depende de aportes químicos para mantener la fertilidad de los suelos, para eliminar las malezas y para evitar las plagas -y que- si el aporte de químicos se produce sobre el agua o en las orillas de los esteros, el grado de perdurabilidad y afectación es mayor, porque los químicos son transportados aguas abajo ampliando la región afectada”. Y agrega que las especies acuáticas “son susceptibles a incorporar estos químicos por la piel, transportándolos luego a toda la cadena alimenticia”.
Mutagénesis
En el momento de la siembra del arroz, se necesita tener la menor cobertura posible y para ello se aplica el conocido herbicida glifosato, en dosis de 2,5 a 3,5 litros por hectárea, según indicó el INTA de Concepción del Uruguay. Pero se usan en mayor cantidad otros agroquímicos -más nocivos aún-, como lo detalla la abogada Gómez: “Se utiliza en gran medida el Endulsofán y se han encontraron restos de Diclovan, Fipronil y otros herbicidas en las arroceras del Chaco. En otras provincias, sabemos que se está usando el Paraquat, prohibido en la Argentina, para preparar la tierra y en los terraplenes de contención -diques- que rodean los arrozales para retener el agua de la inundación. También se utilizan el Dicamba y el Counter, que están en la lista de plaguicidas conocida como ‘la docena sucia’. Y el Glufosinato y el Kifix para la variedad de semillas Clearfield -. Finalmente, los granos son tratados con fosfina –al igual que la soja- para matar los gorgojos”.
Respecto a la semilla Clearfield, se trata de una variedad de arroz con resistencia a herbicidas que fue generada por el INTA junto a técnicos de Basf Argentina. Justamente, el semillero Itá Caabó -instalado en Corrientes- que pertenece a Adecoagro del húngaro Soros, es proveedor de ésta variedad, según lo indica la firma en su página web.
“El arroz Clearfield se obtuvo mediante mutagénesis inducida que implicó reorganizar una identidad genética mediante rayos x, ultravioletas o químicamente, y sabemos que la acción de esos agentes físicos o químicos son mutagénicos y carcinógenos. Lo grave es que al no entrar en la definición internacional de transgénicos quedó fuera de toda sospecha y de los controles correspondientes. Es una estafa al consumidor y es imperioso el etiquetado de estos productos. Además, le crean dependencia al productor ya que ‘el paquete’ se compone de semilla, herbicida y un programa de custodia para que no puede negarse a introducir ese arroz a futuro”, denunció la abogada.(Leer más)
Fuente : Servicio Informativo RENA Reporter Emergency News Agency
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