Un informe realizado por un grupo independiente de expertos en seguridad alimentaria, ecosistemas agrícolas y nutrición (el Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles, IPESfood) describe cómo pasar de la agricultura industrial a un modelo agroalimentario ecológico y sostenible. Es una hoja de ruta para el futuro sostenible de la alimentación. Esto es lo que nos tienen para decir:
Los monocultivos son buenos para una cosa: para producir lo mismo en grandes cantidades a gran escala. Ya se trate de vacas o cerdos en mega-establos, campos con soja, maíz, manzanos o almendros, los monocultivos sólo puede mantenerse con plaguicidas tóxicos, fertilizantes sintéticos o antibióticos. En su uniformidad se convierten en extremadamente vulnerables a los llamados “factores de estrés” como las plagas, enfermedades o la sequía. Este sistema de alta productividad tiene impactos en nuestros ecosistemas agrícolas: contaminación del agua, cambio climático, pérdida de polinizadores, pérdida de suelos fértiles y una disminución de los insectos y otros animales que controlan las plagas agrícolas, provocando un aún mayor uso de productos químicos. En este modelo agrícola industrial de talla única, los productos químicos gobiernan el trabajo diario de los agricultores.
Los expertos agrícolas están haciendo sonar la alarma sobre la amenaza que este sistema industrial de producción de alimentos representa para sí mismo: pone en peligro la base ecológica sobre la que se sustenta y amenaza nuestra seguridad alimentaria a largo plazo.
Trabajar con la naturaleza, no en su contra
De España a Brasil, de Ghana a China, los agricultores y las comunidades agrícolas demuestran cada día que la agricultura basada en trabajar con la naturaleza, lo que hace la agricultura ecológica, en lugar de en su contra, es no sólo factible como también el camino a seguir.Los modelos basados en la agroecología no sólo están protegiendo y fomentando la base ecológica de la agricultura y producción de alimentos, tales como suficiente agua limpia, suelos fértiles y servicios de los ecosistemas como la polinización, sino que además proporcionan a los agricultores unos ingresos más altos y más estables. En estos modelos, los agricultores y la agricultura son mucho más resilientes a los efectos del cambio climático, a las plagas y enfermedades de los cultivos, y también a los precios del mercado. Si un agricultor tiene una diversidad de cultivos, si el precio de mercado de un cultivo específico baja o tiene una mala cosecha, es un riesgo más asumible y no una causa de quiebra. Si solo depende de un cultivo y las cosas van mal, la ruina económica está casi garantizada.
Los hechos son claros: la producción de alimentos justa y sostenible hoy y mañana necesita un cambio fundamental del sistema agroalimentario. Los que se encuentran en la vanguardia de una revolución alimentaria trabajan con éxito en modelos innovadores de producción. Iniciativas agrícolas apoyadas por la comunidad empiezan a despegar y la venta y demanda de productos ecológicos no para de crecer. Los alimentos ecológicos son modernos y ya están aquí. Pero ¿por qué se sigue percibiendo como un “nicho de mercado”? ¿Por qué está siendo la transición hacia la agricultura ecológica tan lenta? Los científicos concluyen que hay fuerzas poderosas que nos mantienen encerrados en la situación actual.
Empresas que se benefician del modelo agroalimentario industrial, como los productores de plaguicidas y transgénicos o los grandes productores de alimentos no obtienen ningún beneficio de cambiar su sistema de producción. Su actividad principal es la agricultura industrial. Así que ejercen presión contra las políticas que podrían beneficiar una agricultura ecológica y diversa y a la vez restringir la producción industrial. La privatización de la investigación y el desarrollo tecnológico es también un problema. Las universidades que desarrollan estudios en el ámbito de la agricultura trabajan cada vez más con y para las grandes empresas, y mucho menos en las innovaciones para la agricultura ecológica. El razonamiento es triste, pero lógico. La agricultura ecológica significa menos beneficios para la industria y las grandes empresas.
Después de años de campañas fuertes y agresivas de la industria creemos que necesitamos la agricultura industrial para “alimentar al mundo”. Aunque la verdad es que es exactamente lo contrario: a largo plazo, no podemos alimentar al mundo con la agricultura industrial, porque está destruyendo los suelos, agua y servicios de los ecosistemas, de los cuáles la producción de alimentos depende, mientras deja a los agricultores cada vez más maniatados.
El informe IPESfood puede ser visto como una hoja de ruta para un futuro sostenible de la alimentación. Muestra el camino para que los gobiernos y las empresas hagan realidad este futuro. Las políticas deben poner en marcha de forma urgente restricciones a las peores prácticas de la agricultura industrial y promover la agricultura ecológica decididamente. ¿Cómo? Desplazando los subsidios agrícolas hacia las prácticas sostenibles, prohibiendo los plaguicidas peligrosos para las abejas y otros polinizadores o impidiendo la deforestación, por ejemplo. Los productores de alimentos deben ayudar a dar forma a un nuevo futuro de la alimentación, poniendo fin a la loca carrera de precios de la comida, siempre más barata y uniforme. Además, nosotros, como consumidores, podemos hacer frente a los problemas relacionados con la agricultura industrial, mediante la reducción de nuestro consumo de carne o cambiando a la alimentación ecológica.
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