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jueves, 7 de julio de 2016

La felicidad está en el plato


Por Graciela Vizcay Gomez

"En el sistema digestivo se produce aproximadamente el 50% de la dopamina y el 90% de la serotonina total del organismo. Por eso la alimentación no sólo influye en la salud del ser humano, sino también en su estado de ánimo." Así lo defiende la psicopedagoga y nutricionista Josefina Llargués en su libro “Slow Fast Food” (Comanegra), en una entrevista publicada en EFE Madrid, con el que busca enseñar al lector a “alimentar el cuerpo y las emociones” eliminando la comida procesada, reduciendo el consumo de proteína animal y aumentando el de verduras y legumbres.

Llargués intenta conciliar la filosofía “slow food”, movimiento iniciado en Italia por Carlo Petrini que defiende la cocina de proximidad, saludable y sostenible, con la comida rápida “porque todo el mundo va con prisas o no tiene ganas de cocinar, y se pueden preparar verduras y legumbres rápidamente”, explica en una entrevista.

“Lo que comemos afecta a nuestro cerebro y nuestro intestino y la dieta tiene un gran impacto en nuestro bienestar emocional“, sostiene la autora, quien pide recurrir a la naturaleza en lugar de a la farmacia y desconfía de los alimentos funcionales: “Ingerir alimentos con poco contenido nutricional y luego tomarte un suplemento no tiene sentido”.

Enfermedades como el colesterol o la diabetes campan a sus anchas en una sociedad movida por las prisas que ha descuidado su alimentación y se ha acomodado en el sofá, y combatirlas es “más fácil de lo que parece”, asegura quien sostiene que “en dos meses los hábitos saludables quedan instaurados” si se marcan “pequeñas metas que se pueden alcanzar sin estrés”.

Pero no sólo se pueden combatir las dolencias físicas, sino también las mentales. “El intestino es el segundo cerebro. Si comemos alimentos pobres en nutrientes le damos al cerebro menos serotonina y dopamina y nuestras emociones se resienten. Ya se habla de la psiquiatría nutricional, que recurre a los alimentos en vez de a los medicamentos”, detalla.

Cansancio, apatía, falta de ilusión, crisis de ansiedad e incluso la depresión están “muy relacionados con una alimentación incorrecta y un estilo de vida poco adaptado a la naturaleza de la persona. No estamos diseñados para comer porquerías, mantener poco contacto con la naturaleza y pasar el día estresados y sentados”, advierte.

Para Llargués, no es necesario “coger paranoias” con la alimentación, sino que basta con volver a la dieta mediterránea: “Reducir la proteína animal, recurrir a la fruta fresca y la verdura de temporada, a los granos integrales, los frutos secos, las semillas, el aceite de oliva y las legumbres”.

Mejor el pescado salvaje que el de piscifactoría “alimentado con piensos” y el azul pequeño antes que el grande, que “acumula mercurio” y, cuando se acuda al supermercado, dedicar tiempo a leer las etiquetas de los productos “porque descubriremos excesos de azúcar en cosas que ni se imaginan, como las salsas de tomate industriales, o de grasas hidrogenadas malas para el colesterol”.

En “Slow Fast Food” dedica un capítulo al “azúcar oculta” porque “el 80 por ciento de los azúcares que ingerimos nos vienen sin darnos cuenta, en alimentos procesados como las salsas y los refrescos, lo que puede afectar a personas que a lo mejor evitan la bollería industrial”.

“Si cocinas en casa sabes lo que están poniendo en la receta”, subraya Llargués, quien lamenta que “dedicamos mucho tiempo a saber sobre determinados temas pero no le prestamos atención a nuestra gasolina”.

Ella, que sí lo hace y procura desplazarse en bicicleta y estar en contacto con la naturaleza aunque vive en Barcelona, se declara “encantada, feliz y muy contenta”, aunque también haya días que le toca “estar estresada”.

Por ello recomienda “a todo el mundo que lo pruebe y que valore por sí mismo”. El resultado, a fin de cuentas, es ganar dosis de felicidad.-

Fuente Zero Biocidas

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